<- volver
TECNOECOLOGÍAS
Hacia un cuerpo planetario

La línea de tiempo de la historia de la humanidad se ha dibujado por nuestra curiosidad por observar los cielos. Esta búsqueda por acercarnos a esa gran bóveda celeste nos motiva a encontrar relaciones entre todas sus particularidades, desplegar imaginarios y cosmologías que nos aferran a otros sentidos y universos e intentar entender aquellas lógicas y sistemas que se encuentran fuera y dentro de las fronteras terrestres. La exploración de los cielos, sin lugar a dudas responde a un interés intrínseco al ser humano. A medida que el universo se despliega ante nuestros ojos, nos emprendemos en un viaje para descubrir una multitud de mundos evocadores, buscando respuestas sobre nuestro origen, la existencia de la vida y, sin lugar a dudas, nuestro lugar en él. En esta infinidad de gestos y relatos cósmicos y etéreos es que la humanidad aparece como un breve centelleo en la historia de este planeta, pero con un geoimpacto sin precedentes.

A lo largo, se han desarrollado distintos instrumentos de observación y tecnologías que han guiado nuestra mirada y conocimiento hacia aquel espacio invisible y matérico atmosférico. La observación y el trazado de los cielos nos permitieron determinar mejores periodos de abundancia y recolección, o por ejemplo, instrumentos diversos nos llevaron a navegar los mares guiados por las estrellas. Las diversas tecnicidades plantean un desafío a nuestra imaginación cosmológica. Las máquinas han dibujando inconscientemente nuevas cosmologías y actualmente los diferentes sistemas de modelización, gráficos, estudios e imágenes satélitales, recolectadas a través de la compleja infraestructura que envuelve el planeta Tierra, nos ofrecen cosmovisiones muy diferentes. Nos muestran actualmente una imagen de nosotros mismos como parte de desencadenados accidentes y procesos complejos que exceden con creces nuestro control.

El epicentro de la creatividad, agencialidad y vibracidad atmosférica reside exactamente en cómo codificamos el mundo. Una epistemología sobre la materia misma. Por tanto, la diversidad de tecnologías disponibles nos han conducido hacia ciertas diversidad cosmológicas. La cosmotécnia (Latour y Stangers) nos permite ver cómo la tecnología es una condición previa del pensamiento atmosférico.

En este sentido, observar la relación entre las distintas esferas (la criosfera, integrada por las regiones polares y las altas cumbres heladas de las cordilleras; la atmósfera, compuesta por la envoltura de aire que respiramos; la biosfera, que engloba el conjunto de los organismos vivos del que los humanos formamos parte; y la tecnosfera, los 30 billones de toneladas que dan forma a un sistema mutante y electromagnético), nos enfrenta también al ejercicio de desdibujar los imaginarios y relaciones que tenemos con la Tierra, nuestro imaginario planetario. La idea del mundo en su conjunto asociada con el antiguo régimen cosmopolita de lo global, se confronta a un nueva imagen cosmológica. Una planetología que intenta sentar bases para un cosmopolitismo alternativo, donde lo Planetario representa una Tierra tomada como un proceso impersonal (geoquímico, geológico y geofísico) y no como un objeto o una escala. Una realidad dinámica de plegamiento y despliegue de complejos sistemas adaptativos en varios niveles (como es el ciclo hidrológico del planeta, los metabolismos del carbono o nitrógeno, las cadenas alimentarias de los ecosistemas, etc.). Sin embargo, esta imaginación del planeta se encuentra en terreno complicado acompañado en comprometedoras relaciones de poder y dominación. Se ha hecho susceptible a constantes violencias sistémicas y epistémicas. ¿Es posible que desde nuestra relación con los cielos podamos reafirmarnos como una unidad terrestre?

El autor y filosofo Timothy Morton utiliza la noción de “hiperobjetos” para delinear una “era de la asimetría”. Donde ciertos objetos, como el caso específico del cambio climático, invaden espacios con más dimensiones de las que podemos percibir y solo podemos experimentarlos fragmentaria y parcialmente, mientras afectan y determinan nuestras vidas. ¿Cómo extender nuestras capacidad de compresión para lograr asumir el gran escenario cósmico-terrestre de lo que vendrá?

En este sentido, la experimentación artística puede provocar nuevas formas de mirar hacia los cielos y también hacia adentro, a nuestra conciencia colectiva. La atmósfera es un entorno antiguo, pero al mismo tiempo en la actualidad se nos revela como algo novedoso el cual requiere nuevas herramientas y técnicas para mirarlo y entenderlo materialmente. La exploración atmosférica no solo ha cambiado a la humanidad tecnológicamente, sino también espiritualmente. En este sentido, los cruces indisciplinados entre el arte, la ciencia y la tecnología nos ofrecen diferentes habilidades y formas de entender el mundo y llegar a nuevas órbitas de interpretación de cómo debemos acercarnos al conocimiento del planeta que habitamos y todo lo que nos rodea más allá de él.

Visualización de datos en tiempo real. Comparación de concentraciones de CO2 en el ambiente y en el proceso de exhalación. @gabo_munguía
CO2 molecule 3D
Fragmentar el futuro: ensayos de la tecnodiversidad de Uy Hui.
Corrientes atmosféricas terrestres. NASA
Visualización de mancha tóxica de CO2 debido a los incendios forestales de la Amazonia, 2020.
El volumen de lo invisible

Pensar en la volumétrica atmosférica, su profunda composición matérica y sus dimensiones químicas nos sumerge en un diálogo íntimo con lo terrestre. Nuestra respiración, el aliento interior (del cuerpo) y el exterior (el planetario) que constantemente se intercambian y mezclan es también un unirnos con la Tierra. Por ello, la atmósfera debe ser pensada como un laboratorio cultural, un espacio nutrido por la imaginación radical y el pensamiento especulativo y experimental. Un juego dinámico de escalas de tiempo, espacio, gestos y relatos que permiten emanar otras posibles nociones sobre alteridad, emergencia y agencialidad planetaria. Reconocernos como parte de la vibracidad del aire que nos habita y da vida, es también permitir que lo terrestre se libere de aquellas ontologías de ser aislado, inerte y pasivo.

Por eso hoy, mirar al cielo representa hacer una arqueología del universo.

En el campo cosmotecno-científico de la digitalización y modernización 3D constantemente se están generando ejercicios de disección, recortes del mundo-planeta (recortes agenciales) que en su conjunto generan una nueva imagen y espacialidad del mismo: una nueva volumetría. Sin embargo, estas mismas tecnologías entraman nuevos formas de contención de los cuerpos, incluso de aquellos invisibles, lo efímero permanece. Su monitoreo, renderizado y las tecnologías que imprimen estas nuevas formas muchas veces olvidan las responsabilidades de las verbalizaciones que generan sobre el mundo: “naming is al ready mattering”. El software y hardware son generadores también de condiciones materiales-culturales de posibilidad que renderizan los cuerpos volumétricamente presentes. ¿Cómo profundizar estas superficies abstractas? ¿Qué tipo de relaciones éticas-políticas-afectivas otras puedan surgir cuando el mundo se despliega a tal velocidad que en el proceso muchos cuerpos son borrados por la innovación y eficiencia?

Hallar el volumen de lo invisible nos exige un ejercicio de pensamiento hacia una nueva narrativa de lo bio y geo tecnológico. Un repensar alterontologías posibles, la co-habitación de capas y superficies que se atraviesan no de manera homogénea y yuxtapuesta, sino en desobediencia con el orden y el fin. Constelaciones materiales individuales y colectivas separadas de la maquinaria que las rodean y sobre escriben y divorciadas de sus ritmos específicos nos hablan de la necesidad de echar atrás toda esta aparatología hacia una nueva escala y ángulo de observación. Una que permita que estos cuerpos digitalizados se entramen en una propia agencialidad tridimensional, pero que al mismo tiempo no dejen de ser expresiones vibracionales, térmicas y renderizaciones aurales. Diría Latour, “el mundo más que un ensamble humano, tiene la capacidad de producir nodos de referencia o evidencia que afectivamente se corresponden”.

¿Cómo pensar una volumetría que intima con el mundo material, emocional y espiritual? Pero no en un sentido de reducción o pérdida hacia con el mundo-naturaleza, sino una volumetría habitada y nutrida por la “vitalidad” de un mundo invisible a simple vista que en su medición se hace presente y potente, alimentado por datos, moléculas y sobre todo de restos y residuos. Son las complejas intra-acciones a escala planetaria y cuántica que nos plantean la posibilidad de revelarse a sí mismas como entidades de una agencia inesperada. La materia como poseedora de un extraña vitalidad que funcionan como portales de una larga narrativa de cohabitación entre los territorios y la vida que los componen, nutren y compostan.

A través de la reescritura de las historias del ser humano y mediomundo, atendemos lentamente aunque urgente los lazos éticos que nos alían con esa convergencia imposible y actualmente arruinada, pero absolutamente esencial para los elementos inquietos que es el mundo.




bio-geo (info) story of the atmosphere